Mogán celebra el 105 cumpleaños de Antonio González Suárez, el vecino más longevo de su historia

La de ayer fue una tarde muy especial en el barrio de Veneguera, donde tuvo lugar la celebración del cumpleaños número 105 del vecino Antonio González Suárez, la persona de mayor edad de la historia escrita del municipio de Mogán y una de las más longevas de Canarias. Familiares, amigos, amigas y ediles del Gobierno local encabezados por la alcaldesa Onalia Bueno acompañaron a Antoñito en una fiesta en la que sopló las velas, le dedicaron ‘Las Mañanitas’ y pudo sentir el cariño y aprecio de los que le rodean.

El Centro Sociocultural de Veneguera acogió la celebración que los 105 años del vecino Antonio merecen. Fue recibido por una salón repleto de vecinos y vecinas, desde los más longevos a los más jóvenes, que lo esperaban para felicitarlo y compartir unas horas. Yeray Rodríguez le recitó unos versos en la distancia y la Parranda Veneguera le cantó varias canciones. Entre estas, por supuesto, el ‘Cumpleaños feliz’, tras el que sopló las velas de su tarta entre aplausos.

También se proyectó un emotivo vídeo narrado por su nieta Auxi en el que se recordó la vida del homenajeado. Este fue realizado en el marco del proyecto municipal ‘Compartiendo vida’, que pretende recopilar la memoria oral del municipio a través de entrevistas y tertulias con las personas mayores.

Antonio González Suárez nació en el mencionado barrio el 28 de marzo de 1918, siendo el tercero de nueve hermanos. Siempre inquieto, fue a la escuela de los siete a los catorce años y, cada día, después de clase, cuidaba las cabras de la familia.

Sus primeros empleos fueron despedregando terrenos en la finca de su abuela y haciendo muros de carreteras, trabajando de sol a sol.  La guerra lo cogió a los 19 años mientras trabajando en la carretera de La Puntilla. Lo vinieron a buscar para que hiciera el servicio militar, que duró siete años.

Afortunadamente no participó directamente del conflicto, ya que mientras tenía lugar en la Península, Antonio estaba destinado en Marruecos. Cuatro años estuvo en el continente africano, donde pasó mucha hambre y tuvo que vivir el fallecimiento de su padre desde la distancia.  Tras acabar la guerra, estuvo tres años como vigía en las torres de vigilancia de la costa de la isla, en las playas de Maspalomas y Puerto Rico.

Regresó a Veneguera a los 26 años, donde comenzó a trabajar en su finca, de la que nunca se ha separado. Se casó con Margarita a los 30 y tan solo un año después, en 1949, nació su única hija, llamada Ramona. Ahorraron para comprar un solar en el que poco a poco fueron construyendo su casa. Sin descanso, mientras construía una de las habitaciones, le dieron la noticia del fallecimiento de su hermano Pedro en un accidente que también costó la vida a otras siete personas y conmocionó al municipio.

Antonio siempre ha sido un hombre muy familiar y  su casa siempre estaba llena de  niños niñas que venían a jugar. Progresivamente llegarían sus tres nietos, a los que contaba cuentos inventados antes de dormir. Su devoción por ellos lo llevó a dejar de fumar.

Desde su jubilación siguió dedicándose a sus cabras, acompañado en muchas ocasiones de su burro, que fue parte de sus piernas y el único medio de transporte que ha manejado en su vida. Ahora padece achaques propios de la edad. Aunque con una acusada sordera, no lleva aparatos auditivos porque se cansó de ellos. No obstante, le encanta ver la televisión y para ello utiliza auriculares.

A pesar de haber perdido a su esposa  hace ya doce años,  su familia ha sido su gran apoyo para seguir adelante. Hasta sus 103 años se preparaba él mismo el desayuno y la cena, pero partir de entonces las piernas le empezaron a fallar y ahora necesita algo más de ayuda. Eso no ha impedido que le siga encantado ir a la finca  y que cada mañana se siente en su patio a tomar los primeros rayos del sol, donde lee y saluda a todo aquél que pasa. Porque Antonio, en definitiva, es simplemente un buen hombre.

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